Después de todo, no soy una dulce princesa.

Todo estaba oscuro, el ir sola por el parque fue una mala decisión, y peor haberme detenido a ayudar a aquél desconocido que estaba en el suelo, quien se levantó súbitamente al verme llegar, me acorraló contra un árbol, tapó mi boca, y habló:
-Eres la princesa del infierno que buscamos.
Temerosa corrí, no me detuve, se que llegué a un lugar seguro, el cual no recuerdo bien, pero me es imposible no olvidar ese rostro, un hombre alto, guapo, blanco, cabello castaño claro, que me atrevería a decir que cambiaba de color según sus impulsos, no estoy segura que ese ser tuviera emociones. El resto de la semana estuve perturbada, y de nuevo apareció él, ese hombre que no podía sacar de mi mente, pero iba con alguien más, otro joven de tez blanca, y cabello azabache, me enamoré al verle, tristemente, hasta hoy sigo sin saber el nombre de éstos dos que cambiaron mi vida.


 El castaño del parque me llevó a la playa, no se en que momento llegamos a ese lugar, pero vi a muchas personas temerosas, en refugios, que desaparecieron al vernos llegar, no, no me equivoco querido lector, se esfumaron, no fue que se escondieran, un instante estaban ahí, después no, el hombre que me acompañaba me llevó a una especie de cueva, me acorraló y me besó, desabotonó mi vestido, me tocó, pero no sentí ninguna emoción, sólo curiosidad, murmuró algo, y dijo que debía preservarme virgen, porque aún no era el momento.
Creo que pasaron los meses, y de nuevo aparecieron los 2, él me dio una lista de cosas que debía conseguir, mi querido azabache se metió a una habitación oscura y vacía, con mi amiga Minerva, el sonido de la puerta me hizo reaccionar, de nuevo estaba ahí, sola, abrí la lista, debía conseguir 4 bloques, colocarlos en las coordenadas que después me darían, y con la daga entregar mi sangre. Me asusté, pero mi curiosidad fue más grande, conseguí los objetos sin ninguna dificultad, y terminamos en la Rumorosa, en donde el joven castaño me dijo:
-Dame tu sangre.
Me asusté más que antes, ¿por qué debía hacer eso? ¿con que fin? ¿qué pasaría conmigo? Pensé una y otra vez, rogué a Dios que mi sangre no abriera ninguna puerta, que no le fuera de utilidad, aún así tomé la daga y me puncioné el dedo, mi sangre formó un camino por el piso, y él un tanto decepcionado habló de nuevo:
-¿Tanto es tu deseo salvar a los humanos? Veamos si no me equivoqué.
Acto seguido me lanzó por un precipicio, y me salieron alas, me volví rosa, y volé, el azabache apareció también, pero esta vez de color azul, con alas más grandes que las mías, volamos juntos a la carretera, y volvimos a nuestra forma humana, ambos hablaron al unisono:
-Definitivamente eres nuestra princesa.
Nunca me he considerado buena, ni creo que salvaría a los humanos, ahora que ellos no están me siento más sola de lo normal, creo que soy la clave para algo importante, y que después de todo no soy una dulce princesa.